18 de noviembre de 2008

La Misión...

Cuando se habla de misionar, uno imagina África...
Pero se puede ser misionero en su ciudad, en su trabajo, en su familia.
Esta vez, fui misionera (por primera vez en mi vida) en una población rural muy cercana a Curuzú Cuatiá...
Fuimos de Misión a Parada Acuña.
Cuando me lo propusieron pensé: ¿por qué yo?
No me negué... pero todo dependía de que las cosas estuvieran bien en mi hogar, que la salud de mi padre no me diera un susto.
Pero Dios es pescador

va lanzando sus redes al mar de la Vida y buscando lo que Él cree puede ser su servidor. Y a su vez, va marcando y allanando el camino a seguir...
Esta Misión surgió como una actividad del Colegio donde doy clases como Profesora de Música, como preparación por los 50 años de la Diócesis a la que pertenece mi ciudad y por los 100 años que el Instituto está por cumplir dentro de unos años.
Los preparativos comenzaron unas semanas antes, con reuniones semanales son el sacerdote que nos iba a acompañar y todos los integrantes de la Misión ( religiosas del Colegio, colegas, padres, exalumnas y alumnos de distintos cursos).
En la última reunión, se trató el tema a tratar...nada menos que... la Felicidad...
Cuando vi el tema, comencé a dudar de mi misión. Hablar de la felicidad en medio del campo, con tantas necesidades...
Pero seguí adelante...
Por algo Dios me eligió para estar en ese lugar...Las visitas a las casas consistirían en: leer un cuento sobre un hombre pobre que se decía feliz a pesar de sus necesidades, escuchar a la gente opinar sobre el tema. Más tarde se leer la Palabra...las Bienaventuranzas...Se rezaría y se haría la invitación a la Misa y un "fogón"en la Capilla del lugar en horas de la tarde.

Salimos desde el Colegio hacia el campo muy temprano, a las 7 ya estuvimos en el lugar, previo viaje de unos 30 minutos. Nos repartimos las zonas a visitar, con la ayuda de chicos de Pda. Acuña que hacían de guías y salimos a cumplir con nuestra Misión.



Todo fue saliendo según lo previsto...pero lo que me llegó, es que la gente del lugar es FELIZ, sí...a pesar (...o no) de no tener televisión por cable...internet...calles asfaltadas...restaurantes...lugares bailables...etc...etc...




La gente es feliz...duermen temprano, se levantan al amanecer, escuchan cantar a las aves...ven a la naturaleza en vivo y en directo...viven rodeados de naturaleza...





Las familias se reúnen en las fiestas a pesar de que algunos viven fuera del país...se tienen unos a otros...se cuidan unos a otros...
La experiencia fue inolvidable, no por lo extraordinario, sino por lo simple...como todas las cosas de Dios...

Fue inolvidable... por la hospitalidad de la gente, su apertura a escuchar, a contar sus pesares, a compartir parte de su vida con todos nosotros...a creer en Dios...



Fue inolvidable... pues pude valorar una vez más lo que tengo, dónde vivo, con quién vivo...todo lo que día a día Dios me va dando...












1 comentario:

Pedro Estudillo dijo...

Una experiencia envidiable, conocer la felicidad de primera mano. Ahí es donde radica precisamente, en la sencillez, en la falta de aspiraciones grandilocuentes fuera del vivir día a día, sin más.
Nunca he tenido duda de que es la gente más humilde la que sabe vivir más y mejor.
Toda una lección.
Besos.